EL REMANENTE Capítulo 19

Concretamente, se trata del Protestantismo, de un “nombre” solamente, de obras que no son halladas “perfectas” delante de Dios. ¿Y qué viene luego?: El remanente cristiano. “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán [no que tú andarás] conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos” (v. 4). Aquí tenemos un vívido y llamativo contraste entre una fría y muerta profesión nominal y un pequeño número de sinceros y ardientes amantes de Cristo. Es la diferencia entre las apariencias y el verdadero poder; entre la vida y la muerte. Este contraste continúa más extendido y más pronunciado en las dos últimas asambleas. En Filadelfia tenemos un hermosísimo cuadro de una compañía de verdaderos cristianos, humildes, sencillos y escasos de fuerzas, pero que han sido fieles a Cristo, han guardado su Palabra y no han negado su Nombre. Cristo y su Palabra son atesorados en el corazón y confesados en la vida práctica. Se trata de una realidad viviente y no de una forma sin vida. Nada puede superar la belleza moral de todo esto. Con sólo contemplarlo, el corazón es indeciblemente refrescado y edificado. En resumidas cuentas, es Cristo mismo representado, por el Espíritu Santo, en un muy amado remanente. No hay ninguna pretensión de ser algo grande, ninguna arrogación de superioridad: Cristo es todo. Su palabra y su Nombre son de gran precio para el corazón. Parece que aquí hubiésemos arrancado y juntado un hermoso racimo con todos los rasgos morales de los diversos remanentes que hemos estado considerando, exhalando todos juntos, cual flores abiertas, un muy fragante perfume. Ahora bien, todo esto es muy grato al corazón de Cristo. No es cuestión de realizar grandes servicios, de emprender obras poderosas ni de hacer nada llamativo ni espléndido a los ojos de los hombres. No; es algo mucho más precioso para el Señor; es la calma, completa y profunda apreciación de Él mismo y de su palabra. Continuará...

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