EL REMENENTE Capítulo 24

Y ahora, querido lector cristiano, al despedirme de Ud., quisiera suplicarle encarecida y afectuosamente que se una a nosotros en oración para pedirle a nuestro Dios, al Dios de gracia, que avive los corazones de su amado pueblo por todo el mundo para procurar una marcha cristiana más pronunciada, sincera y devota; para apartarse de todo lo que sea contrario a su Palabra; para ser fieles a ella y a su nombre en este día sombrío y malo, y para hacer realidad la verdad que hemos considerado en este escrito, a saber, que cuanto mayor es la ruina, más rica es la gracia; y cuanto más profundas son las tinieblas, más brillante es el resplandor de la fe individual. Siento que no podría cerrar estas páginas sin agregar unas palabras sobre la inmensa importancia de mantener un amplio, claro y enérgico testimonio evangelístico. “Haz obra de evangelista” es la exhortación que el amado apóstol Pablo dio a su querido hijo Timoteo desde su prisión en Roma en vista de la ruina total de la iglesia profesante (2.ª Timoteo 4:5); y verdaderamente, las circunstancias en que estas palabras fueron escritas les confiere una fuerza muy conmovedora y particular. Venga lo que viniere, Timoteo debía continuar anunciando las buenas nuevas de la salvación de Dios. Él podría haber sido tentado a abandonarlo todo desesperadamente y a decir: Todo está en ruinas, la gente no quiere escuchar el Evangelio, “no sufrirán la sana doctrina”. La fe dice: No; nunca debemos darlo todo por perdido; el Evangelio de Dios debe ser predicado a toda criatura debajo del cielo. Y aunque los hombres lo rechacen, Dios es glorificado y su corazón reconfortado cuando el precioso mensaje de su amor llega a oídos de los pecadores perdidos. Quisiéramos alentar a todo amado evangelista sobre la faz de la tierra recordándole que por mucho que haya fracasado la Iglesia como testigo de Dios ante el mundo, el precioso Evangelio proclama lo que Él es para todo pobre, angustiado y arruinado pecador que sólo quiera confiar en Él. Éste es el pensamiento que nos ha animado durante 48 años de labor evangelística, cuando desgarra a uno el alma contemplar el miserable estado en que se hallaba, y se halla, la Iglesia. Continuará...

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