EL YUGO DESIGUAL Capítulo 24

3- EL YUGO DESIGUAL RELIGIOSO Es lo mismo —sólo que sobre un terreno mucho más elevado— con respecto al pueblo celestial de Dios, la Iglesia, el cuerpo de Cristo, compuesta por todos los verdaderos creyentes. Ellos también son un pueblo separado. Examinemos ahora el principio de esta separación. Hay una gran diferencia entre estar separados sobre la base de lo que somos nosotros, y estar separados sobre la base de lo que Dios es. Lo primero hace de un hombre un fariseo; lo último lo hace un santo. Si le digo a uno de mis pobres pecadores semejantes: «No te me acerques, yo soy más santo que tú», soy un detestable fariseo e hipócrita; pero si Dios en su infinita condescendencia y en su perfecta gracia me dice: «Yo te he puesto en relación conmigo, en la persona de mi Hijo Jesucristo; por tanto, sé santo y separado de todo mal; sal de en medio de ellos y sepárate de ellos.» Yo tengo la obligación de obedecer, y mi obediencia es la manifestación práctica de mi carácter de santo —carácter que poseo, no a causa de algo que se halle en mí mismo, sino simplemente porque Dios me ha traído cerca de sí mismo por la sangre preciosa de Cristo—. Bueno es que tengamos en claro esto. El fariseísmo y la santificación divina son dos cosas muy diferentes, y, sin embargo, se las confunde con frecuencia. Aquellos que se esfuerzan por conservar este lugar de separación, que pertenece al pueblo de Dios, son constantemente acusados de ponerse por encima de sus semejantes, y de pretender tener un grado más elevado de santidad personal que el que de ordinario se posee. Esta acusación surge por no prestar atención a la distinción de la que acabo de hablar. Cuando Dios llama a los hombres a separarse, lo hace sobre la base de lo que él ha hecho por ellos en la cruz, y del lugar que les ha asignado en una eterna asociación con él en la persona de Cristo. Pero si yo me separo sobre la base de lo que soy en mí mismo, ello sería la más absurda y fútil presunción, que tarde o temprano será hecha manifiesta. Dios manda a su pueblo a ser santo sobre la base de lo que Él es: “Sed santos, porque yo soy santo” (1.ª Pedro 1:16). Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario