EL YUGO DESIGUAL Capítulo 25

3- EL YUGO DESIGUAL RELIGIOSO Esto evidentemente es muy diferente de: «No te acerques, porque soy más santo que tú.» Si Dios puso a los hombres en relación con él, Él tiene el derecho de prescribir cuál debiera ser su carácter moral, y ellos tienen la responsabilidad de responder a ello. Así pues, vemos que la más profunda humildad es la base de la separación de un santo. No hay nada más adecuado para ponernos en el polvo, que la inteligencia de la verdadera naturaleza de la santidad divina. Es una humildad enteramente falsa la que surge de contemplarnos a nosotros mismos; en efecto, ella en realidad está basada en el orgullo, el cual nunca ha visto todavía hasta el fondo de su propia y total indignidad. Algunos se imaginan que pueden alcanzar la más profunda y verdadera humildad al contemplarse a sí mismos, en tanto que ello sólo es posible contemplando a Cristo. Como lo expresa un poeta: Cuanto más tus glorias deslumbren mis ojos, Más humilde seré. Éste es un sentimiento justo, fundado en un principio divino. El alma que se pierde en el esplendor de la gloria moral de Cristo es verdaderamente humilde, y ninguna otra lo es. Tenemos motivos para humillarnos, sin duda, cuando pensamos en las pobres criaturas que somos; pero basta reflexionar un momento de manera justa, para ver que es pura falacia el buscar producir algún buen resultado práctico al contemplarse a sí mismo. Somos verdaderamente humildes sólo cuando nos encontramos en presencia de una excelencia infinita. Por eso un hijo de Dios debería rehusar llevar el yugo con un incrédulo, ya sea con fines domésticos, comerciales o religiosos, simplemente porque Dios le dice que se separe, y no a causa de su propia santidad personal. Poner en práctica este principio, en materia religiosa, debe necesariamente implicar muchas pruebas y dolores; será tildado de intolerancia, fanatismo, estrechez de miras, exclusivismo, etc.; mas nada podemos hacer para remediar esto. Continuará...

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