EL YUGO DESIGUAL Capítulo 26

3- EL YUGO DESIGUAL RELIGIOSO Con tal que nos mantengamos separados según un principio justo y con un espíritu recto, podemos sin temor dejar a Dios todos los resultados. Sin duda, el remanente en los días de Esdras debía parecer excesivamente intolerante al rehusar la cooperación de los pueblos circunvecinos para la construcción de la casa de Dios: pero, al rehusar esta ayuda, ellos actuaron sobre un principio divino. “Oyendo los enemigos de Judá y de Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el templo de Jehová Dios de Israel, vinieron a Zorobabel y a los jefes de casas paternas, y les dijeron: Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde los días de Esar-hadón rey de asiria, que nos hizo venir aquí...” (Esdras 4:1-2). Ésta parecía una propuesta muy atractiva; una propuesta que manifestaba una muy decidida inclinación por el Dios de Israel; sin embargo, el remanente la rechazó porque esta gente, a pesar de su bella profesión, no eran en el fondo más que incircuncisos y adversarios. “Zorobabel, Jesúa, y los demás jefes de casas paternas de Israel dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel” (Esdras 4:3). Ellos no quisieron llevar el yugo con los incircuncisos; no quisieron “arar con buey y con asno juntamente” ni “sembrar su campo con mezcla de semillas”; se mantuvieron separados, aun cuando se expusieran por eso a ser tratados de fanáticos, estrechos de miras, iliberales e intolerantes. Así también leemos en Nehemías: “Y habíase ya separado el linaje de Israel de todos los hijos de tierra extraña; y poniéndose en pie hicieron confesión de sus pecados, y de las iniquidades de sus padres” (9:2; V.M.). Esto no era sectarismo, sino una positiva obediencia. Su separación era esencial para su existencia como pueblo. No habrían podido gozar de la presencia divina sobre ningún otro terreno. Así debe ser siempre con el pueblo de Dios en la tierra. Es menester que los cristianos se separen, pues, de lo contrario, no sólo serían inútiles, sino malsanos. Continuará...

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