EL YUGO DESIGUAL Capítulo 29

3- EL YUGO DESIGUAL RELIGIOSO Pero si yo no pudiera propagarlas por otro medio que no sea unirme en yugo desigual con un incrédulo, debería abstenerme, ya que no debo hacer el mal para que venga el bien. Pero —bendito sea Dios— su siervo puede propagar su precioso libro sin violar los preceptos contenidos en él. Él puede, bajo su propia responsabilidad individual, o en comunión con aquellos que están verdaderamente del lado del Señor, propagar en todas partes la preciosa semilla, sin por eso asociarse con aquellos cuya marcha y conducta en conjunto demuestran que son del mundo. Lo mismo puede decirse con respecto a cualquier objeto de carácter religioso. El mismo sólo puede y debe cumplirse según los principios de Dios. Se nos objetará, quizás, que la Biblia nos dice que no juzguemos —que no podemos leer en el corazón—, y que debemos esperar que todos aquellos que colaboran en buenas obras, tales como la traducción de la Biblia, la distribución de tratados y el apoyo de obras misioneras, deben ser cristianos; y que, por consecuencia, no puede ser malo que nos liguemos con ellos. A todo eso respondo que a duras penas encontramos un pasaje en el Nuevo Testamento tan mal comprendido y tan mal aplicado que Mateo 7:1: “No juzguéis, para que no seáis juzgados.” En el mismo capítulo leemos: “Guardaos de los falsos profetas... por sus frutos los conoceréis” (v. 15). Ahora bien, ¿cómo podemos “guardarnos” si no ejercemos nuestro juicio? Asimismo, leemos en 1.ª Corintios 5: “Porque, ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (v. 12-13). Aquí se nos enseña claramente que aquellos que están “dentro” pasan a depender inmediatamente del juicio de la Iglesia; y, sin embargo, según la interpretación ordinaria de Mateo 7:1, no deberíamos juzgar a nadie; esta interpretación, pues, debe necesariamente ser falsa. Si las personas —aun los que lo profesan— asumen la posición de estar “dentro”, se nos manda juzgarlas. “¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?”. En cuanto a los que están “fuera”, nada tenemos que ver con ellos, más allá de presentarles la gracia pura, perfecta, rica, ilimitada e insondable que brilla con un esplendor inefable en la muerte y resurrección del Hijo de Dios. Continuará...

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