EL YUGO DESIGUAL Capítulo 30

3- EL YUGO DESIGUAL RELIGIOSO Todo esto es bastante simple. Se le ordena al pueblo de Dios que ejerza su juicio en cuanto a todos aquellos que profesan estar “dentro”; se le dice que se guarde “de los falsos profetas”; se le manda a “probar los espíritus” (1.ª Juan 4); y ¿cómo podríamos probarlos si no debiéramos juzgar en absoluto? ¿Qué quiso decir, pues, nuestro Señor con estas palabras: “No juzguéis”? Yo creo que él quiso decir precisamente lo que San Pablo dijo por el Espíritu Santo, cuando nos manda a “no juzgar nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1.ª Corintios 4:5). Lo que no debemos juzgar son los motivos del corazón, pero sí debemos juzgar la conducta y los principios de los demás; es decir, la conducta y los principios de todos aquellos que profesan estar “dentro”. Y de hecho que los mismos que dicen: «No debemos juzgar», no dejan de librar juicios. No hay ningún cristiano verdadero en quien el instinto moral de la naturaleza divina no pronuncie virtualmente juicios sobre el carácter, la conducta y la doctrina; y éstos son precisamente los puntos que se hallan dentro del ámbito de juicio del creyente. Todo lo que quisiera, pues, urgir en la conciencia del lector cristiano, es el deber que tiene de ejercer un juicio sobre aquellos con quienes se coloca bajo yugo en materia religiosa. Si él en este momento estuviera trabajando en yugo con un incrédulo, ello sería una positiva violación del mandamiento del Espíritu Santo. Puede que lo haya hecho en ignorancia hasta este día; si es así, la gracia del Señor está presta a perdonar y restaurar. Pero si, tras haber sido advertido, persiste en la desobediencia, no es posible que pueda esperar la bendición de Dios y Su presencia con él, cualquiera sea el valor o la importancia del objeto que se proponga alcanzar. “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1.º Samuel 15:22).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario