LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 7

1- LO QUE CRISTO HIZO POR NOSOTROS Porque, permítaseme preguntar: ¿cómo alcanzó Cristo el lugar que ocupa ahora en el trono de Dios? ¿Acaso lo fue como “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9:5)? No, porque eso lo fue siempre. ¿Fue como Hijo eterno del Padre? No; siempre lo fue, siempre “está en el seno del Padre”, siempre es objeto de las delicias eternas e inefables del Padre. ¿Lo fue como Hombre sin mancha, santo, perfecto, Aquel cuya naturaleza fue absolutamente pura, perfectamente libre de pecado? No; porque en esa condición, y sobre esa base, podía haber reclamado en cualquier momento, entre el pesebre y la cruz, un lugar a la diestra de Dios. ¿Cómo lo fue, pues? ¡Sea eternamente alabado el Dios de toda gracia! Lo fue como quien, por medio de su muerte, cumplió la gloriosa obra de la redención, como quien cargó con todo el peso de nuestros pecados, como el que satisfizo perfectamente todas las justas demandas de ese trono en el cual está ahora sentado. Ésta es una verdad fundamental que el lector angustiado debe comprender. No puede dejar de liberar el corazón y tranquilizar la conciencia. No es posible contemplar, por fe, al Hombre que fue clavado en el madero, coronado ahora en el trono, y no tener paz con Dios. Después de cargar sobre sí nuestros pecados y el juicio que merecían, el Señor Jesucristo no podría estar ahora donde está, si uno solo de esos pecados quedara sin expiar. Ver coronado de gloria al que llevó nuestros pecados, es ver esos pecados alejados para siempre de la presencia divina. Continuará...

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