LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 8

1- LO QUE CRISTO HIZO POR NOSOTROS ¿Dónde están nuestros pecados? Todos ellos están borrados. ¿Cómo lo sabemos? El que los tomó sobre sí, “traspasó los cielos”, hasta la cima más alta de la gloria. La justicia eterna ha coronado sus sienes benditas con una diadema de gloria, como Aquel que cumplió nuestra redención, que llevó nuestros pecados, demostrando así, de modo incuestionable, que nuestros pecados fueron alejados para siempre de la vista de Dios. Un Cristo coronado y una conciencia limpia están unidos inseparablemente en la bienaventurada economía de la gracia. ¡Maravilloso hecho! Ahora podemos cantar, con todas nuestras energías redimidas, las alabanzas del amor redentor. Pero veamos cómo las Santas Escrituras presentan esta verdad tan consoladora. Leemos en Romanos 3:21-26: “Pero ahora, aparte de la ley [χωρις νομου], se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” De nuevo, en el capítulo 4, hablando de la fe de Abraham, que le fue contada por justicia, el apóstol añade (v. 23-25): “Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.” Dios es presentado aquí a nuestra alma como el que levantó de entre los muertos a Aquel que llevó nuestros pecados. ¿Por qué lo hizo? Porque Aquel que había sido entregado por nuestros pecados, había glorificado perfectamente a Dios con respecto a esas ofensas y las había quitado de en medio para siempre. Continuará...

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