LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 9

1- LO QUE CRISTO HIZO POR NOSOTROS Dios no se limitó a enviar a su Hijo unigénito al mundo, sino que lo “quebrantó por nuestras iniquidades” (Isaías 53:5; V.M.) y lo levantó de entre los muertos, a fin de que sepamos y creamos que nuestras iniquidades fueron borradas de manera tal que él fue glorificado de un modo infinito y eterno. ¡Sea alabado su nombre en todo el universo y por toda la eternidad! Pero tenemos todavía otro testimonio de esta gran verdad fundamental. En Hebreos 1:1-3, leemos las siguientes palabras que conmueven el alma: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.” Nuestro Señor Jesucristo —bendito sea su nombre— no quería sentarse en el trono de Dios sino después de haber efectuado la purificación de nuestros pecados al ofrecerse a sí mismo en la cruz. Por tanto, un Cristo resucitado y sentado a la diestra de Dios es la prueba gloriosa e irrefutable de que nuestros pecados han desaparecido por completo, porque él no podría estar donde está actualmente, si quedase tan sólo uno de esos pecados. Dios levantó de entre los muertos al mismo Hombre sobre el que había cargado todo el peso de nuestros pecados. Continuará...

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