LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 21

3- LO QUE CRISTO HACE HOY POR NOSOTROS De lo que hemos visto hasta ahora, podemos aprender que el gran resultado de la obra de Cristo en el pasado es otorgarnos una posición divinamente perfecta delante de Dios. “Hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). Nos ha introducido en la presencia de Dios, aceptados tan plenamente como Cristo, completamente acreditados en virtud del nombre, de la persona y de la obra de Cristo; de forma que, como declara el apóstol Juan, “como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Juan 4:17). Tal es la posición invariable del más débil corderito de todo el rebaño de Cristo, que Él compró con su propia sangre. Y no podría ser de otro modo. La única alternativa a esto es la perdición eterna. No existe ni el ancho de un cabello entre esta posición de absoluta perfección delante de Dios, y una condición de culpabilidad y ruina. O estamos en nuestros pecados, o en un Cristo resucitado. No hay término medio. O estamos cubiertos de culpa, o completos en Cristo. Pero la voz autorizada del Espíritu Santo nos declara en la Escritura que el creyente está “completo en Cristo” (Colosenses 2:10), “perfecto, en cuanto a la conciencia” (Hebreos 9:9), “perfecto para siempre” (Hebreos 10:14), “todo limpio” (Juan 13:10), que nos hizo “aceptos en el Amado” (Efesios 1:6), que fuimos “hechos justicia de Dios en” Cristo (2 Corintios 5:21). Y todo esto, mediante el sacrificio de la cruz. Aquella preciosa muerte expiatoria de Cristo constituye el fundamento sólido e inquebrantable de la posición del cristiano. “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:12). Continuará...

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