LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 27

3- LO QUE CRISTO HACE HOY POR NOSOTROS ¡Qué precioso es todo esto para el cristiano de corazón sincero, que siempre es consciente —consciente de forma profunda y dolorosa— de su debilidad, necesidad, fragilidad y fracaso! ¿Cómo es posible —podemos preguntar con razón— que alguien se atreva a poner en duda la necesidad que cada cristiano tiene del ministerio continuo de Cristo a su favor, si fija su mirada en los pasajes que acabamos de citar, por no hablar de lo que su propia conciencia le dice acerca de la imperfección de su estado y de su marcha? ¿No es para asombrarse, si se llega a encontrar algún lector de la epístola a los Hebreos, algún observador del estado y del andar del creyente más maduro, que niegue la aplicación actual del sacerdocio y de la intercesión de Cristo por los cristianos? Permítasenos preguntar: ¿Por quién está ahora Cristo viviendo y actuando a la diestra de Dios? ¿Por el mundo? Está claro que no, pues él mismo dice en Juan 17:9: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son”. ¿Y quiénes son éstos? ¿El remanente judío? No; ese remanente está aún por aparecer en escena. ¿Quiénes son, pues? Son los creyentes, hijos de Dios, cristianos que están pasando ahora por este mundo pecador, propensos a caer y a contaminarse en cada paso de su camino. Estos son los que se benefician del ministerio sacerdotal de Cristo. Él murió para limpiarlos, y vive para conservarlos limpios. Por medio de su muerte expió nuestra culpa; y por medio de su vida nos limpia por la acción de la Palabra por el poder del Espíritu Santo. “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre” (1 Juan 5:6). Tenemos expiación y purificación mediante un Salvador crucificado. El doble raudal manó del costado traspasado de Cristo, muerto por nosotros. ¡Sea toda alabanza a su nombre! Todo lo tenemos en virtud de la muerte preciosa de Cristo. ¿Se trata de nuestra culpa? Está cancelada por la sangre de la expiación. ¿Se trata de nuestras faltas de cada día? Tenemos un Abogado para con el Padre, un gran Sumo Sacerdote con Dios. “Si alguno peca”. No dice: «Si alguno se arrepiente». Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario