LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 12

2- NUESTRA SEGURIDAD DEL PERDÓN DE LOS PECADOS Pero, por otro lado, cuando oímos la voz del Dios viviente, que no puede mentir, proclamando a nuestros oídos las buenas noticias de que, por medio de su Hijo amado, el cual murió en la cruz, fue sepultado en la tumba, levantado de entre los muertos y sentado en la gloria; que, por medio de él solamente (sin ninguna cosa, en absoluto, de nosotros mismos), por medio de su único sacrificio, llevado a cabo de una vez para siempre, es anunciado el perdón completo y perpetuo de los pecados como una realidad actual, para ser disfrutada ya por todo el que cree sencillamente el anuncio inestimable de Dios, ¿cómo es posible que alguien continúe en la duda y en la incertidumbre? ¿Está consumada la obra de Cristo? Sí, él dijo que lo estaba. ¿Qué es lo que él consumó? La purificación de nuestros pecados. ¿Están, pues, borrados o los llevamos aún encima? ¿Cuál de ellos? Lector, diga ¿cuál? ¿Dónde están sus pecados? ¿Están borrados, como una nube densa que se ha disipado? ¿O aún pesan, como un gran fardo de culpas, con poder condenador, sobre su conciencia? Si no fueron alejados por la muerte expiatoria de Cristo, no se alejarán de usted jamás; si no los llevó él en la cruz, tendrá que llevarlos usted para siempre en las atormentadoras llamas del infierno. Sí; dé lo por seguro; no hay otro modo de solucionar esta cuestión tan importante y decisiva. Si Cristo no arregló este asunto en la cruz, usted tiene que cargar con él en el infierno. Si la Palabra de Dios es verdad, no puede ser de otro modo. Pero, ¡gloria a Dios!, su testimonio nos asegura que “Cristo padeció por los pecados” una vez para siempre, “el justo por los injustos, para llevamos a Dios” (1 Pedro 3:18); no meramente para llevarnos al cielo cuando muramos, sino para llevamos a Dios ahora. ¿Cómo nos lleva a Dios? ¿Atados y amarrados con la cadena de nuestros pecados? ¿Con una insoportable carga de culpa pesándonos en el alma? Continuará...

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