LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 33

4- CRISTO COMO OBJETO DEL CORAZÓN ¡Qué solemne es esto! ¡Cuán digno de seria reflexión para los cristianos! Pasamos por un mundo que crucificó a nuestro Señor y Maestro, y él declara que no somos del mundo, como tampoco él lo es. De aquí se sigue que, en la medida en que tengamos alguna comunión con el mundo, somos infieles a Cristo. ¿Qué pensaríamos de una mujer que se sentase a reír y bromear con un grupo de hombres que hubiesen asesinado a su marido? No obstante, eso es precisamente lo que hacen los cristianos profesantes cuando se asocian con este presente mundo malo y se hacen como carne y hueso con él. Quizá alguien dirá: «¿Qué vamos a hacer? ¿Tendremos que salir del mundo? » ¡De ningún modo! Nuestro Señor dice explícitamente: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). El verdadero principio para el cristiano es: en el mundo, pero no del mundo. Para ilustrarlo con un ejemplo, el cristiano en el mundo es como un buzo en el mar. Está sumergido en un elemento que acabaría con él, si no estuviera protegido de su acción, y sostenido por una continua comunicación con los que están en la superficie. ¿Y qué tiene que hacer el cristiano en el mundo? ¿Cuál es su misión? Aquí está: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18). Y de nuevo, en Juan 20:21: “Como me envió el Padre, así también yo os envío”. Tal es la misión del cristiano. No tiene que encerrarse dentro de los muros de un monasterio o de un convento. El cristianismo no consiste en unirse a una comunidad de frailes o de monjas. Nada de eso. Somos llamados a movernos de un lado a otro en las diversas relaciones de la vida y actuar en la esfera donde Dios nos ha puesto para su gloria. No se trata de qué hacemos, sino de cómo lo hacemos. Todo depende del objeto que gobierna nuestro corazón. Si el objeto que gobierna y absorbe el corazón es Cristo, todo irá bien; si no lo es, nada irá bien. Continuará...

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