LA PLENA SUFICIENCIA DE CRISTO CAPÍTULO 30

4- CRISTO COMO OBJETO DEL CORAZÓN En las tres partes anteriores, hemos procurado desarrollar las grandes verdades fundamentales que conciernen a la obra de Cristo por nosotros: su obra en el pasado —su expiación— y su obra en el presente— su intercesión—. Ahora procuraremos presentarle al lector, con la ayuda del Espíritu de Dios, algo de lo que nos enseñan las Escrituras en cuanto a la segunda parte de nuestro tema, a saber, Cristo como un objeto para el corazón. Es una bendición maravillosa poder decir: «He hallado a Alguien que satisface perfectamente mi corazón: he hallado a Cristo». Esto es lo que nos eleva de verdad por encima del mundo y nos concede una completa independencia de los recursos a los que se acoge siempre el corazón inconverso. Da reposo permanente, pues imparte una calma y una tranquilidad de espíritu que el mundo no puede comprender. El pobre y fiel seguidor del mundo puede pensar que la vida del cristiano es realmente muy aburrida, torpe y sin sentido. Tal vez se quede asombrado de que el creyente pueda arreglárselas para seguir adelante sin lo que él llama diversión y placer; sin teatros, sin bailes ni fiestas, sin conciertos, sin naipes ni billares, sin ir de caza, sin carreras de caballos ni clubes ni casinos. Privar de tales cosas a un inconverso, casi le impulsaría a la desesperación o a la demencia; pero el cristiano no necesita tales cosas ni las desea; serían para él un aburrimiento completo. Por supuesto, nos estamos refiriendo al cristiano verdadero, al que lo es, no meramente de nombre, sino en realidad. ¡Lamentablemente, muchos que profesan ser cristianos, y que incluso asumen un terreno muy elevado en su profesión, se hallan activamente envueltos en todas las cosas vanas y frívolas tras de las que van los hombres de este mundo! Se los puede ver sentados a la Mesa del Señor el domingo, y en el teatro o el concierto el lunes. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario