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GÉNESIS PARTE 54

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida CAÍN Y ABEL: DIFERENTE ACTITUD DE DOS PECADORES ANTE DIOS Un hombre mundano y un hombre de fe No por eso dejaban de tener la naturaleza de Adán, la naturaleza humana corrompida que de por sí era incapaz de hacer el bien. "Lo que es nacido de la carne, carne es”; no una cosa carnal, sino carne en toda su esencia “y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”; no simplemente espiritual, sino espíritu en su esencia (Juán 3:6). Si ha habido alguna vez una buena oportunidad para que todas las cualidades, capacidades, alcances y tendencias de la naturaleza humana tuvieran amplio lugar para su manifestación, las vidas de Caín y Abel contaron con ella. Si hubiera existido en la naturaleza algo con lo cual el hombre pudiera haber recobrado su inocencia perdida y logrado ganar otra vez la entrada al Edén perdido, éste era el momento en que ello debía haberse desplegado. Pero no hubo ninguna indicación de esta clase. Los dos eran hombres perdidos, hombres carnales que habían trocado su inocencia por actos de transgresión. Adán perdió su inocencia y no la pudo recobrar. Es necesario contemplarlo como la cabeza caída de una raza caída, la que, por la desobediencia de él, fue hecha pecadora (Romanos 5:19). Llegó a ser en su persona la fuente contaminada de la cual han brotado todas las inmundas corrientes de la humanidad arruinada y culpable, el tronco muerto del cual han salido todas las ramas de una humanidad muerta, es decir, muerta en cuanto a las cosas morales y espirituales. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 53

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida CAÍN Y ABEL: DIFERENTE ACTITUD DE DOS PECADORES ANTE DIOS Un hombre mundano y un hombre de fe Al abrir cada nueva porción de este libro del Génesis, se renueva en nosotros la idea de que estos capítulos son la sementera de todas las doctrinas bíblicas, y que ellos encierran a la vez los fundamentos de toda la historia de la humanidad. Así, el capítulo 4 nos ofrece, con la historia de Caín y Abel, los primeros ejemplos del hombre mundano y del hombre de fe. Nacieron fuera de Edén y eran, por supuesto, los hijos de sus padres en su estado caído, y, por lo tanto, no hubo nada en sus condiciones naturales que distinguiera al uno del otro. Los dos eran pecadores y habían heredado una naturaleza pecaminosa. Es necesario admitir esto para ver con claridad la realidad de una operación de gracia en uno de los dos casos que no la hubo en el otro. De lo contrario, la historia no nos será inteligible. Si la diferencia entre las acciones del uno y del otro se explica por medio de alguna diversidad en sus temperamentos, entonces se debe entender que no eran participantes de la caída naturaleza de sus padres, ni participantes de las consecuentes circunstancias de esa caída, y, por lo tanto, no habría podido haber lugar para la manifestación de la gracia por parte de Dios ni para el ejercicio de la fe por parte de Abel. Algunos enseñan que todo hombre nace con cualidades y facultades que, en caso de ser bien usadas, le capacitarán para volver a Dios. Esto lo dicen en contradicción directa con lo que se anuncia claramente en esta historia. Caín y Abel nacieron, no dentro, sino fuera del paraíso. Eran hijos, no de Adán en su inocencia, sino de Adán en su pecado. Habían entrado en el mundo hechos ya partícipes de la naturaleza de su padre, y poco importaba bajo qué faz de su naturaleza manifestaron sus caracteres particulares como individuos. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 52

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida El inalcanzable árbol de la vida Los últimos versículos de este capítulo están muy llenos de enseñanzas preciosas. El hombre caído tiene que ser privado del fruto del árbol de la vida, porque si de él comiera, sufriría miserias interminables. La prolongación de la vida física en la tierra por comer del árbol de la vida, sin poder escapar de las condiciones actuales que el pecado ha producido en nosotros, sería una maldición y no una bendición. El árbol de la vida puede ser gustado sólo en la vida de resurrección; vivir para siempre en el débil tabernáculo de la carne, preso en un cuerpo corrompido por la maldad, sería un castigo demasiado grande para ser soportado. “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (v 24). Le echó de Edén al mundo de cardos y espinas, donde se veían todos los lamentables resultados de la caída. Los querubines y la espada encendida se interpusieron para impedir que el hombre extendiese la mano y tomase del árbol de la vida. Empero, la promesa divina servía de rótulo para indicar el camino que llevaría a Cristo, la simiente de la mujer, hacia la cruz y la resurrección, cuya obra abriría paso hasta aquel paraíso en el cual el hombre estará libre del poder del pecado y de la muerte. Así sucedió, pues, que Adán fue un hombre más feliz y seguro fuera de los límites del paraíso de lo que lo había sido estando dentro de él. De modo que en la primera forma de vida, la inocencia, su felicidad dependía de su propio esfuerzo, mientras que en esta otra vida, fuera del paraíso, su felicidad dependía de Otro, quien no era sino el mismo Cristo prometido. Al dirigir la vista a los querubines con su espada de fuego, le era posible bendecir la mano que los había puesto allí “para guardar el camino del árbol de la vida” (3:24), por cuanto esa misma mano le había abierto “camino nuevo y vivo” hasta el Lugar Santísimo. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6. y Hebreos 10:20). Al conocer todo esto, el creyente ahora puede transitar confiado por este mundo que gime tristemente bajo la maldición y en el que se ven tantas huellas de pecado. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 51

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Cristo, la simiente de la mujer Ningún hijo de Adán podría comprender toda la realidad de su estado de perdición sin sentirse abrumado, a menos que quedara a su alcance el refugio de la cruz. De ahí que en aquel sitio al cual serán finalmente confinados todos los que rechazan a Cristo no habrá lugar para la esperanza. En esa región se les abrirán los ojos para contemplar la realidad de su estado pecaminoso y la fealdad de sus actos, pero entonces no les será posible hallar refugio y descanso en Dios. El carácter inmutable de Dios les envolverá en la perdición inevitable, así como ese mismo carácter ahora puede ser causa de la salvación eterna. La santidad de Dios se opondrá eternamente a ellos en aquel entonces, como se ofrece ahora cual segura base de regocijo para los que creen en él. Mientras más comprenda yo la santidad de Dios, más seguro debo estar de la eficacia de su remedio para mi pecado. Pero, en el caso de los perdidos, esa misma santidad será la razón inequívoca de su condenación. ¡Qué pensamiento tan solemne! ¡Ojalá todos lo meditemos! Túnicas de pieles Consideraremos ahora brevemente la verdad presentada en el pasaje que dice: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (v21). Aquí tenemos tipificada la gran doctrina de la justicia divina. La ropa que Dios proveyó ofrecía un abrigo amplio, porque él mismo lo había hecho; el delantal de Adán no le servía, precisamente porque él mismo lo había confeccionado y se lo había puesto. Además, la ropa que Dios le dio resultó del derramamiento de sangre. No así el delantal de hojas. De igual manera, la justicia de Dios se manifiesta en la cruz, mientras que la pretendida justicia del hombre se manifiesta en las obras imperfectas y pecaminosas de sus propias manos. Al estar vestido con la ropa de piel, no le era posible decir: “Estoy desnudo”, ni había necesidad de esconderse. El pecador puede estar en paz si por la fe puede decir que Dios lo ha vestido. Contentarse de otro modo sin conocer por la experiencia personal esa obra divina, sería la presunción de la ignorancia. Tan luego como yo reconozca que el vestido con que he de presentarme delante de Dios es uno que él mismo preparó y me dio, puedo gozar de paz. Es inútil pensar en otro descanso, cualquiera sea su origen. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 50

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Cristo, la simiente de la mujer Sin embargo, aunque Adán comprendió por la gracia de Dios que nada de lo que él hiciera valdría para lograr la milésima parte de lo que se debía hacer, Dios quiso efectuar la salvación del hombre, en forma completa, por medio de la simiente de la mujer. Vemos en esta historia que Dios resuelve obrar independientemente del hombre. Entra en disputa directamente con la serpiente y, aunque no deja al hombre sin castigo, sino que le obliga a llevar la carga de su desobediencia y a segar como individuo el fruto amargo de su pecado, a la serpiente le pide cuenta, y le dice: “Por cuanto esto hiciste” (v, 14) serás castigada. La serpiente fue el origen de la ruina; la simiente de la mujer había de ser la fuente de la redención. Esto lo oyó Adán y lo creyó, y, conforme a la confianza de su nueva creencia, llamó a Eva “madre de todos los vivientes” (v. 20). Éste fue el primer precioso fruto de la revelación divina. Si hubiera considerado la perspectiva que se abría en la tierra maldita a causa del pecado, bien podría haberla llamado «madre de los moribundos», mas, teniendo fe en la Palabra de Dios, ella llegó a ser “madre de los vivientes”. Otra mujer después llamó a su hijo “Benoni” (el hijo de mi dolor), empero su padre le llamó Benjamín (hijo de mi diestra) (Génesis 35:18). Debemos entender que en la terrible lucha que Adán tuvo que librar, su fe en esta promesa le sostuvo constantemente. Dios le manifestó su misericordia permitiéndole que presenciara la condenación de la serpiente antes de oír el fallo contra él mismo. De otra manera no podría haber soportado su desesperación. Nos desesperamos cuando estamos obligados a contemplamos a nosotros mismos sin que se nos permita a la vez mirar a Dios y conocerle tal como se ha revelado en la cruz para nuestra salvación. Continuará

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GÉNESIS PARTE 49

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Revelación de la gracia de Dios Tan luego como el hombre tiene conocimiento de su verdadero estado, es víctima de un desasosiego eterno que puede dar lugar al descanso sólo cuando el alma halla a Dios por medio de su revelación de amor en la cruz y se echa en sus brazos para conseguir perdón. Dios es en verdad el refugio y el consuelo de toda alma creyente. Las obras humanas y todo esfuerzo hecho para obtener una justificación propia quedan así excluidos. Podemos afirmar, sin hacer reserva alguna, que todos aquellos que buscan su descanso espiritual en estos sustitutos ilegales ignoran todavía la verdad acerca de su condición actual. Es imposible que una conciencia, una vez despertada por las acusaciones del Espíritu, se conforme con algo menos que el sacrificio perfecto que el Hijo de Dios le ofrece. Cualquier esfuerzo que tenga por objeto establecer la justicia del hombre nace de una ignorancia completa acerca del carácter de la justicia divina. El testimonio divino con respecto a la simiente de la mujer tenía que probar a Adán lo inútil e inservible que era el delantal de hojas. La grandeza del plan de Dios es la mejor evidencia de que ningún esfuerzo humano valdría para efectuar una cosa semejante. Era necesario que el pecado fuese deshecho. ¿Lo pudo hacer el hombre? Ahora no, porque él acababa de abrirle la puerta. Era necesario que la cabeza de la serpiente fuese herida. ¿Lo pudo hacer el hombre? No, porque acababa de hacerse esclavo de la serpiente. Era necesario que las demandas de la justicia divina fueran satisfechas. ¿Lo pudo hacer el hombre? No, porque acababa de pisotearlas sin excusa. Era necesario que la muerte fuera abolida. ¿Lo pudo hacer el hombre? Su desobediencia acababa de entronizarla y darle un aguijón con que azotar al hombre continuamente. Así vemos que, desde cualquier lado que estudiemos la situación, no hallamos nada a favor del hombre; sólo comprobamos que está enteramente sin recursos e impotente y, al mismo tiempo, y como consecuencia natural de ello, vemos también la insensatez y presunción de todo esfuerzo humano que procure ayudar a Dios en su estupenda obra de la redención. Entendámoslo bien: el único camino de la salvación es la gracia y la fe en Dios, quien lo hace todo. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 48

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Dios busca al hombre He dicho ya que la conciencia no tiene el poder necesario para traer al hombre a la presencia de Dios. La conciencia de Adán le hizo esconderse entre los árboles del huerto. La revelación del amor de Dios lo hizo salir y buscar su presencia. La conciencia íntima de su estado de desgracia le llenó de terror; el conocimiento de los propósitos de Dios le tranquilizó. Éste es el único consuelo que puede traer paz a un corazón cargado de pecados. La comprensión desconcertante de lo que yo soy halla su respuesta de paz en la hermosa revelación de lo que Dios es, y ésta es la salvación. Revelación de la gracia de Dios Hay dos lugares en los que Dios y el hombre tienen que hallarse cara a cara. Uno de estos lugares se encuentra en el terreno de la gracia y el otro en el del juicio, y en ese encuentro se revela claramente el carácter moral de ambos. ¡Felices aquellos que lleguen a ese punto en el terreno de la gracia! ¡Ay de aquellos que tengan que venir a ese encuentro bajo las negras sombras del día de juicio! Dios nos juzga tal como somos, pero su modo de proceder obedece a la ley de su propio carácter inmutable. En la obra de la cruz veo a Dios descender, por su gracia, no solamente hasta el nivel de la humanidad sino hasta el abismo de su estado de perdición, y es esta visión de su gracia la que inspira paz. Si Dios viene a mi encuentro en el lugar de mi desgracia y necesidad, y allí provee, él mismo, un remedio adecuado para mi mal, seguramente no me queda más que hacer sino aceptar su obra de gracia hecha a mi favor. Empero para todos los que no ven en la cruz ninguna manifestación de Dios ni creen en los propósitos de su gracia, queda otra clase de encuentro con él que tendrá irremisiblemente que experimentar los fallos de su juicio justo, en el que él se revelará como Dios santo, y ellos serán revelados también a la luz de la verdad, la que no deja nada encubierto. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 47

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Dios busca al hombre Los hombres son responsables de creer el Evangelio, y serán castigados por no haberlo creído. No son responsables de conocer lo que, en los consejos de Dios, no ha sido revelado. El apóstol podía decir a los tesalonicenses en la carta que les dirigía: “Conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección”. ¿Cómo lo sabía él? ¿Porque había podido leer las páginas del secreto de Dios y de sus designios eternos? De ninguna manera; sino porque “nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder” (1 Tesalonicenses 1:4.-5) He aquí lo que hace conocer a los elegidos; el Evangelio venido con poder es la prueba notoria de la elección de Dios. Aquellos que toman los consejos de Dios como pretexto para rechazar el testimonio de Dios, no buscan en el fondo más que una miserable excusa para continuar viviendo en el pecado. De hecho, no se preocupan por Dios; mostrarían más rectitud declarándolo francamente que aduciendo este pretexto. En vista de todo esto, Dios comenzó a revelar sus propósitos de amor y gracia salvadores, y en la acabada obra de Dios el hombre halla al fin la base para la paz y la bienaventuranza. Mientras el hombre no llegue al último de sus propios esfuerzos no puede Dios obrar en la revelación de su plan para salvarle. Es necesario que se limpie el terreno de todos los estorbos que constituyen estas inútiles tentativas humanas, de todas las jactancias y presunciones de los hombres y de todos sus blasfemos razonamientos antes de que Dios se manifieste en la operación de su Espíritu. Así fue que, bajo estas condiciones adversas, mientras el hombre se escondía entre los árboles del huerto, Dios puso en operación todo ese plan maravilloso de la redención apelando a la Simiente herida de la mujer. Aprendamos, pues, esta verdad tan vital para la conciencia: ningún medio humano tiene valor para abrirnos la puerta por la que podamos pasar con confianza y paso firme a la presencia de Dios. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 46

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Dios busca al hombre Aquí le hallamos echando la culpa de su vergonzosa caída a las circunstancias en que Dios le había puesto, como si Dios mismo tuviera la culpa por haberle rodeado de ellas. Así ha hecho siempre el hombre no regenerado. A todo y a todos culpa, menos a sí mismo. Mas el hombre verdaderamente arrepentido manifiesta un espíritu muy contrario a ése: “Contra ti, contra ti solo he pecado” (Salmo 51:4), es el lamento del alma contrita. Si Adán se hubiera conocido bien, ¡cuán diferente habría sido su modo de responder! Pero no conoció a Dios ni a sí mismo y, por lo tanto, echa la culpa, no sobre sí mismo, sino sobre Dios. Ésta, pues, es la terrible situación en la que se halla el hombre. Había perdido todo: su dominio, su dignidad, su felicidad, su inocencia, su pureza y su paz. Todo se le había ido, y lo peor era que quiso hacer que Dios tuviese la culpa. ¡Allí está, un pecador perdido, arruinado y culpable y, sin embargo, lleno de excusas e injusto en su fingida defensa! El hombre no solamente acusa a Dios de su caída, sino que tam- bién le reprocha el hecho de dejarlo en tal estado. Hay gentes que dicen que no pueden creer, a menos que Dios les dé la capacidad de creer; y además que, a menos de ser objeto de los eternos designios de Dios, no pueden ser salvados. Ahora bien; es cierto que nadie puede creer el Evangelio si no es por medio del poder del Espíritu Santo; y es igualmente verdad que los que así piensan son bienaventurados objetos de los eternos consejos de Dios. Pero ¿esto excluye la responsabilidad del hombre en cuanto a creer el testimonio claro y simple que la Escritura pone ante él? No, seguramente; al contrario, todo manifiesta la maldad del corazón del hombre que lo lleva a rechazar el testimonio de Dios claramente revelado y a pretextar, como motivo de ese rechazo del decreto de Dios, que éste es un profundo secreto, conocido sólo por Dios. Pero esta excusa no aprovechará a nadie, pues está escrito que aquellos que no “obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo ... sufrirán pena de eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:8,9). Continuará...

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GÉNESIS PARTE 45

GÉNESIS Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Dios busca al hombre En el principio, Dios se dio a conocer en su obra de creación, mas cuando se entremetió la serpiente para manchar esa creación, Dios se reveló como Salvador. Esto se declara con toda sencillez en las primeras palabras que Dios dirige a Adán después de su caída. Y llamó Jehová Dios a Adán y le dijo: “¿Dónde estás tú?” (3:9). La pregunta demuestra dos cosas: primeramente, que el hombre se había perdido, y luego, que Dios había decidido buscarle. Demostró el pecado del hombre y, al mismo tiempo, la gracia divina. “¿Dónde estás tú?”. ¡Qué fidelidad y qué compasión! Fidelidad en el hecho de que Dios, por medio de esta pregunta, indica cuál era el estado del hombre; y compasión, porque al mismo tiempo revela, por medio de esta misma pregunta, la verdadera actitud y ánimo de Dios para con el hombre caído. El hombre se había perdido, pero Dios había bajado a buscarle para sacarle de ese escondite entre los árboles del jardín, a fin de que en la confianza gozosa de una nueva fe pudiera hallar otro refugio más seguro en Dios mismo. Ésta es la gracia. Crear al hombre del polvo era una cuestión de poder, buscar al hombre en su estado de perdición y salvarlo era una obra de gracia. Aquí tenemos una maravilla: Dios buscando al pecador. ¿Qué puede haber visto el bienaventurado Dios en el hombre que le indujo a buscarlo? Lo mismo que vio el pastor en la oveja perdida, o lo que sintió la mujer cuando buscaba la dracma perdida, o lo que el padre vio en su hijo pródigo y extraviado (Lucas 15). El pecador tiene valor a los ojos de Dios, pero en qué consiste ese valor, sólo la eternidad podrá revelarlo. ¿Cuál fue la respuesta del pecador a esta búsqueda fiel y compasiva del Dios bendito? ¡Ay! la respuesta sólo sirve para revelar lo hondo del abismo en que el hombre había caído. “Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (3:10-12). Continuará...

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GÉNESIS PARTE 44

GÉNESIS LA CAÍDA Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Si Adán hubiera conocido el perfecto amor de Dios no habría tenido miedo. “En el amor no hay temor” (1 Juan 4:17. 18). Pero Adán no entendió esto porque había creído la mentira de la serpiente. Se dejó persuadir de que Dios era cualquier otra cosa menos amor y, por lo tanto, pensó en todo menos en buscar la presencia divina. No lo pudo hacer porque había pecado y sentía en su conciencia que Dios y el pecado no pueden conciliarse. Mientras existía el pecado como opresor de la conciencia, era imposible salvar el abismo de separación que le apartaba de Dios. La santidad y el pecado no tienen nada en común. El pecado, dondequiera que se halle, despierta la hostilidad y la ira de Dios. Empero —¡bendito sea Dios!— hay algo que considerar además de lo que yo soy, y es la revelación de lo que Dios es, tal como se reveló después de la caída del hombre. Dios no hizo una plena revelación de sí mismo en la creación. En ella manifestó su eterno poder y deidad, pero entonces no declaró todos los profundos secretos de su naturaleza y carácter, y, por lo tanto, se ve aquí el gran error que cometió satanás cuando quiso vengarse de Dios perturbando su creación. Llegó a ser un instrumento para labrar su propia derrota y para traer confusión y ruina sobre su propia cabeza. La mentira de satanás abrió la puerta para que se desplegara toda la verdad de Dios. Las obras de la creación nunca podrían haber demostrado esa verdad en cuanto a él, puesto que en él se halla infinitamente más que el poder y la sabiduría. Es el Dios de amor, de misericordia, de santidad, de justicia, de bondad, de ternura y de paciencia. ¿En qué esfera podrían desplegarse estos atributos sino en un mundo de míseros pecadores? Continuará...

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GÉNESIS PARTE 43

GÉNESIS LA CAÍDA Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Servirán por algún tiempo como sustituto de la verdadera religión; servirán bien mientras puedan ser olvidados o contemplados desde lejos— la muerte, el juicio y la ira de Dios; pero, cuando el hombre se encuentra cara a cara con estas terribles realidades, descubre, para su pesar, que la “cama será corta para poder estirarse, y la manta estrecha para envolverse” (Isaías 28:20) y que está procurando cubrirse con algún “trapo de inmundicia”. Desnudez del hombre ante Dios En el momento en que Adán oyó la voz de Dios en Edén tuvo miedo porque, como él mismo lo confesó, “estaba desnudo” (3:10), y eso a pesar de haberse cubierto con el delantal de hojas. Es claro que ese abrigo no resultaba satisfactorio para su conciencia. Si se hubiera puesto un ropaje de hechura divina no habría tenido miedo. “Si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios” (1 Juan 3:20, 21). Ahora bien; si la conciencia humana no queda satisfecha con los esfuerzos artificiales de las religiones falsas, ¡cuánto menos ellos han de agradar a un Dios santísimo! El delantal de Adán no lo ocultó del ojo escudriñador de Dios, y, como no pudo estar en pie delante de él en su estado vergonzoso, huyó y procuró esconderse en el huerto. Así obra siempre la conciencia una vez despierta. Hace que el hombre huya de Dios y crea hallar un escondrijo seguro entre las marañas de una religión falsa, donde piensa que la vista de Aquel no penetra. Así se provee de una defensa miserable por un corto tiempo, pero tarde o temprano tendrá que presentarse ante Dios y, si no tiene otra protección que el conocimiento de su propia insuficiencia, no será librado del temor. Sí, tendrá que sentirse miserable, y sólo le faltará gustar de los terrores del infierno para llegar al colmo de su miseria. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 42

GÉNESIS LA CAÍDA Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Adán fue el primero en entrar en el largo sendero de la justificación de sí mismo, y un estudio atento de su fracaso nos proporciona mucha instrucción en cuanto al carácter de muchas de las religiones que han estado de moda en diferentes épocas de la Historia. En primer lugar, vemos en este caso, como en todos los demás, que el motivo que impulsa al hombre a procurar un remedio para su condición es el reconocimiento de su desnudez. Pero esa desnudez es el fruto de una condición moral en la que todos los esfuerzos para justificarse son inútiles. Al final uno tiene que presentarse ante Dios con toda la vergüenza de su triste condición y confesarle su absoluta ineptitud para hacer el bien. Nada de lo que hace tiene valor. Es necesario saber y sentir que se está revestido antes de poder hacer aquello que agrada a Dios. En esto estriba la diferencia entre el verdadero cristianismo y las religiones que los hombres inventan. En aquél, todo procede del cambio efectuado en su naturaleza moral, en tanto que en las otras se comienza con la desnudez del hombre. El primero comienza donde las otras procuran terminar. Todo cuanto hace el cristiano como tal emana del hecho de que ha sido revestido, perfectamente cubierto. Todo lo que los otros «religionistas» hacen tiene por fin principal cubrir o disfrazar su desnudez. La diferencia es radical. Mientras más investigamos las bases de cualquiera religión humana, más claramente sobresale este punto y se demuestra la insuficiencia de ellas para mejorar el estado moral del hombre y aun de tranquilizar su conciencia. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 41

GÉNESIS LA CAÍDA Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida Este esfuerzo para mejorar su condición en el sentido moral les hundió en un abismo. Se hicieron esclavos de Satanás, humillados, impotentes y espantados. Sus ojos fueron abiertos, sin duda, pero para contemplar una situación lastimosa: descubrieron que estaban desnudos. Supieron que en su nuevo estado eran desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos (Apocalipsis 3:17). ¡Qué triste fruto del árbol de la ciencia! ¡Si hubiera sido algún nuevo conocimiento de la excelencia de Dios, alguna nueva luz sobre la maravilla de su bondad para con ellos! ¡Ay, nada de esto! La primera revelación que tuvieron acerca de su nueva condición fue esta amarga verdad: estaban desnudos. Es bueno comprender esto y ver también a través de este caso el modo de operar de la conciencia, la que primeramente nos convierte en cobardes porque nos revela nuestro estado actual. Muchos están en un error sobre este punto: creen que la conciencia sirve para traernos a Dios. Pero ¿obró así en el caso de Adán y Eva? Seguramente que no. Ni lo hará tampoco en ningún caso mientras el pecado exista en el corazón. No, no obra ni puede obrar así. El conocimiento de lo que yo soy ¿puede traerme a Dios si no va acompañado del consolador conocimiento de lo que Dios es? ¡Imposible! No causará sino vergüenza, descontento con uno mismo, remordimiento, angustia. Podría impulsarle a uno a procurar de alguna manera poner remedio a su condición vergonzosa, pero todos esos esfuerzos, en lugar de ser algo capaz de acercarle a Dios, más bien son hojarasca, usada para ocultarle de nuestra vista. Así pasó con Adán y Eva. El descubrimiento de su desnudez les impulsó, no a buscar a Dios, sino a cubrir su vergüenza. “Cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (v_7). Continuará...

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GÉNESIS PARTE 40

GÉNESIS LA CAÍDA Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida ¡Cuán útil es este ejemplo para los fieles en cualquier circunstancia! Jesús no se apartó de las Escrituras, y en esto consistió el secreto de su triunfo. Sin otra arma que esta misma espada del Espíritu, se puso firme en la lucha y obtuvo la victoria. ¡Pobre Adán! ¡Qué contraste nos ofrece! Todo obraba a su favor, mientras que Cristo halló todo en su contra. Los deleites del huerto, que no dejaban nada que desear, ayudaban a Adán a resistir. Las privaciones del desierto deberían haber obligado al Señor Jesucristo a ceder. El primero lloró después de una derrota que trajo una larga cadena de tristes consecuencias; el Otro “llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres” (Efesios 4:8). ¡Bendito sea el Dios de toda gracia porque puso nuestra causa en manos de Uno tan poderoso para vencer, tan poderoso para salvar! La conciencia Preguntémonos a continuación cuáles eran las ventajas que Adán y Eva pensaban recibir de su desobediencia. Esta pregunta nos conduce a un estudio de un punto muy importante en conexión con su caída. Dios había dispuesto que, con su caída en la desobediencia, al hombre se le despertara la conciencia, es decir, que tuviera un conocimiento del bien y del mal. Evidentemente, el hombre no tenía ese conocimiento con anterioridad. No pudo saber nada del mal porque no existía. Vivía en un estado de inocencia porque ignoraba la naturaleza del mal. Al hacer el mal, las conciencias de Adán y Eva se despertaron y su primer fruto fue que el hombre se llenara de temor. La conciencia nos hace cobardes. Satanás había engañado por completo a la mujer. Le había dicho: “Serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (3:5). Pero había suprimido una parte esencial de la verdad: que conocerían el bien sin poderlo hacer y conocerían el mal sin poderlo evitar. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 39

GÉNESIS LA CAÍDA Deseos de la carne, deseos de los ojos y vanagloria de la vida El versículo 6 nos enumera tres tentaciones: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16). Ellas abarcan todo cuanto hay en el mundo. Estas cosas se presentan - tan pronto como Dios se retira del corazón. Si no permanezco en la feliz seguridad del amor y de la verdad de Dios, conociendo su gracia y gozando de su amor y fidelidad, me entrego al gobierno de una o todas aquellas fuerzas destructoras de la vida. Y todas éstas son diferentes aspectos del mismo dominio de Satanás. No existe en verdad el libre albedrío del hombre. Si éste piensa ser su propio amo, rompe unos vínculos para ponerse bajo el poder de Satanás, a no ser que haya aprendido a entregarse por completo a Dios y a su dirección infinitamente sabia. Estas, pues, son las tres grandes agencias por medio de las cuales trabaja Satanás: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16) Por medio de estas cosas el diablo procuró la derrota del Segundo Hombre Jesús en la tentación. Comenzó con la invitación a que se separara de la dependencia absoluta que debía a Dios diciéndole: “Di a esta piedra que se convierta en pan” (Lucas 4:3). Esto lo pidió, no para que se elevara por encima de lo que era (como el primer hombre quiso hacerlo) sino para que probara la realidad de su naturaleza divina. Luego siguió con el ofrecimiento de todos los reinos del mundo y su gloria. Finalmente le condujo al pináculo del templo, donde le insinuó que se echara abajo repentina y maravillosamente, para admiración de toda la multitud congregada en el templo (Lucas 4:1-13.). El objeto de cada una de estas tentaciones era persuadir al Hijo del hombre a que se separara de su actitud de dependencia y de sumisión absoluta a la voluntad de Dios. Todo era en vano. Escrito está fue el arma con la cual este Hombre consagrado se defendió de cada ataque, demostrando que la esencia de su victoria consistía en que se había anonadado a sí mismo. Otros, menos sabios, han pensado en escoger y dirigir sus propios destinos. Cristo entregó su vida, con todos sus destinos, en manos de su Padre. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 38

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA La plena inspiración de las Escrituras El hecho de conocer a Dios es un fundamento sólido de una dicha sin fin en su presencia gloriosa; ignorarle es abrir la puerta para la perdición eterna. Todo depende del conocimiento que tengamos de Dios. Vivifica el alma, purifica el corazón, tranquiliza la conciencia, eleva los afectos y santifica enteramente el carácter y la conducta. No es de extrañar, pues, que el propósito principal de Satanás fuera privar al hombre de su conocimiento del verdadero Dios. Procuró trocar su imagen representándole como carente de bondad. De aquí nació todo el mal. El pecado puede manifestarse de mil formas y, como quiera que llegue o cualquiera sea el nombre o el disfraz bajo el que se esconda, emana siempre de la misma fuente: la falta de conocimiento acerca de Dios y de Su verdadero carácter. El hombre educado que se jacta de su elevada moralidad, el filántropo más benévolo y el ascético más devoto, si carecen de este conocimiento salvador de Dios, estarán tan lejos de la vida y de la santidad verdadera como la ramera y el publicano. El hijo extraviado había pecado tan abiertamente contra su padre y había perdido la comunión con él tanto en el momento en que cruzó el umbral de la puerta para partir del hogar como cuando se hallaba apacentando los cerdos en el país lejano. Lo mismo sucedió con Eva, en el momento en que se desprendió de las manos de Dios y se separó de su posición de dependencia absoluta y de sumisión a su Palabra, se entregó al dominio de Satanás y se prestó a su manejo para perdición de la raza humana. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 37

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA La plena inspiración de las Escrituras La verdad revela a Dios tal como él es, pero esta verdad se revela en unión con la gracia perfecta, y así el pecador descubre, con gran gozo, que esta revelación, en lugar de amenazarle con destrucción, es la base para una “eterna salvación”. “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Es imposible conocer a Dios sin tener la vida. La pérdida del conocimiento de Dios determinaba la muerte, pero el conocimiento de él es vida. Según esta interpretación, la vida eterna nos es algo enteramente exterior y dependiente sólo de Dios y de lo que él es. No importa que uno se conozca a sí mismo muy bien; eso no será la vida eterna. La Palabra no dice: «Ésta es la vida eterna, que nos conozcamos a nosotros mismos». Es cierto que el conocimiento de Dios ayuda mucho a conocemos a nosotros mismos, pero la vida eterna depende de lo primero y no de lo segundo. Conocer a Dios, tal como él es, es la vida, y “los que no conocieron a Dios... sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor” (2 Tesalonicenses 1:8.9). Es muy importante comprender que aquello que determina el carácter y la condición futura de cualquier hombre es el conocimiento que tenga de Dios o su ignorancia acerca de Él. Esto es lo que marca su carácter aquí y fija su destino en el mundo venidero. ¿Es el hombre malo en sus pensamientos, malo en sus palabras, malo en sus actos? Son los frutos de su ignorancia respecto de Dios. Por otra parte, si el hombre tiene pensamientos puros, practica una conversación piadosa y está lleno de gracia en sus actos, se sabe que todo esto es el resultado práctico del conocimiento que él tiene de Dios. Lo mismo pasa en cuanto a su porvenir. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 36

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA La plena inspiración de las Escrituras En otras palabras: «Hay una verdadera ventaja positiva para los que coman de este árbol, de la cual Dios os desea privar con sus amenazas. No debéis aceptar, pues, su testimonio, puesto que no es posible tener confianza en uno que no os ama, porque si os amara, ¿por qué prohíbe que gocéis de un privilegio positivo?». La defensa que habría resistido la influencia de todo este raciocinio falso habría sido un firme reposo en la infinita bondad de Dios. Eva debió haber dicho a la serpiente: «Tengo toda confianza en la bondad de Dios y, por lo tanto, creo imposible que él me haya privado de algún bien. Si el fruto del árbol me fuera de provecho, Dios me lo daría. El hecho de que nos haya vedado el uso de ese fruto es la mejor evidencia de que, en lugar de mejorar, empeoraríamos nuestra condición al comer de ese fruto. No puedo dudar del amor de Dios y estoy persuadida de que ese amor no se esconde detrás de mentiras. Antes, tengo que creer que tú eres el falso, puesto que piensas desviarme de la fuente de toda bondad y verdad. ¡Véte lejos de mí, adversario mentiroso!». Ésta habría sido una respuesta noble. Pero no fue dada. Cuando Eva perdió su confianza en la verdad y el amor, todo se había perdido. Así vemos que, como la mentira de Satanás usurpó el lugar de la verdad de Dios, ya no hay lugar para su amor. El corazón en su estado natural es extraño tanto al uno como a la otra, hasta que haya sido renovado por el poder del Espíritu Santo. Conocer a Dios. Será interesante pasar de este estudio de la mentira de Satanás en cuanto a la verdad y el amor de Dios a la misión de nuestro Señor Jesucristo, quien vino del seno del Padre a fin de revelamos lo que él es en verdad. “La gracia y la verdad” —las mismas cosas que el hombre perdió en Edén al caer en el pecado— “vinieron por medio de Jesucristo”. Continuará...

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GÉNESIS PARTE 35

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA La plena inspiración de las Escrituras Este caso sirve de solemne advertencia a todos los que se exponen al peligro del racionalismo impío de nuestros tiempos. La única protección adecuada contra él es una fe inamovible en la inspiración plena y la autoridad suprema de TODA ESCRITURA. El alma que se refugia detrás de este baluarte tiene una respuesta para toda clase de objeción, sea que provenga de Roma o del racionalismo de Alemania. “Nada hay nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9). El mismo mal que ahora corrompe las fuentes de las ideas religiosas en Inglaterra y en otros países protestantes es el mismo que derribó la fe de Eva en el huerto de Edén. El primer paso en su curso vertiginoso hacia el pecado fue la admisión de la duda encerrada en la pregunta: “¿Conque Dios os ha dicho...?” (3:1). De aquí siguió adelante gradualmente hasta que llegó a postrarse ante la serpiente y a reconocerla como su dios y como la fuente de toda verdad. Sí, lector, la serpiente toma el lugar de Dios y la mentira de la serpiente el lugar de la verdad divina. Así sucedió con el primer hombre y así ha sucedido siempre con toda su posteridad. La Palabra de Dios no halla cabida en el corazón no regenerado porque la ha sustituido la mentira de Satanás. Si examinamos todos sus escondrijos descubriremos que muy bien caben allí las especies de Satanás, pero no cabe la verdad de Dios. He aquí el solemne significado de la advertencia de Jesús cuando dice a Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7). Doctrina que pretende aceptar de la revelación divina sólo lo que comprende la razón humana. Ahora debemos considerar la mentira de la serpiente y los medios que ésta empleó para hacer vacilar la confianza de Eva en la verdad de Dios y para ponerla bajo el poder de la «razón» incrédula. Satanás procuró destruir la confianza de Eva en lo que Dios había dicho, haciéndole creer que Él no obraba con amor. Dijo: “Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (v. 5). Continuará...

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GÉNESIS PARTE 34

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA El valor de la Palabra de Dios. Como hemos visto, la bendición de Dios acompaña a todo acto de obediencia. Por otra parte, vemos cómo el alma que vacila en su lealtad a Dios le da ventaja a su enemigo, quien la usará seguramente para hacer que el alma se separe cada vez más de Dios. Por eso es que Satanás, después de sembrar la duda en la mente de Eva con la pregunta: “¿Conque Dios os ha dicho...?”, declara abiertamente: “No moriréis” (v. 4). Su primer punto de ataque fue plantear una cuestión que podría discutirse en cuanto a lo que Dios había dicho, o acaso si en verdad había dicho algo o no. El segundo punto es la abierta negación que hace a Dios mentiroso. Esta historia de la astuta táctica de Satanás nos prueba cuán peligroso es admitir en el corazón una duda en cuanto al carácter de la revelación divina o acerca de la plenitud o integridad de su inspiración. El racionalismo actual es un refinamiento de la indisculpable incredulidad del ateísmo, pero es igualmente peligroso, aunque parezca estar lejos de negar la existencia de Dios. Eva no habría admitido, sin protestar, semejante insulto hacia su Dios si no hubiera caído antes en cierta indiferencia y descuido en cuanto a su Palabra. Ella permitió que una criatura pusiese en tela de juicio la palabra de su Creador. La autoridad de esa palabra seguramente había visto menguado de alguna manera su poder sobre su conciencia y su entendimiento. '' Continuará...

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GÉNESIS PARTE 33

GÉNESIS El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA El valor de la Palabra de Dios. No hay otra cosa que nos llame más la atención que la Escritura nos señale que ella es digna de la más profunda reverencia y de la obediencia más exacta. Debemos obedecer la Palabra de Dios simplemente porque es su Palabra. Dudar de ella, pese a saber que es el medio por el cual Dios nos habla, es lo mismo que blasfemar su nombre. Nosotros somos criaturas de su mano y él es el Creador;" ¿Quién, mejor que él, tiene derecho a demandar obediencia? El escéptico puede decir, si quiere, que prestamos una obediencia ciega cuando no dudamos ni preguntamos, pero nosotros llamamos a eso obediencia inteligente, por cuanto se funda en un conocimiento seguro de que es la Palabra de Dios. Si no tuviéramos esa Palabra, andaríamos en medio de la oscuridad más densa, porque no hay ningún rayo de luz en nuestro corazón ni en el mundo que nos rodea que no emane directamente de esa Palabra pura y eterna. Lo más importante es preguntamos: ¿Ha hablado Dios? Entonces la obediencia sin reservas se convierte en el acto de la más elevada categoría de que sea capaz la inteligencia, pues cuando el alma percibe que está en contacto con Dios no puede reconocer autoridad más elevada. En la esfera de las relaciones entre Dios y el hombre, ningún hombre o ningún cuerpo de hombres podrá legítimamente arrogarse una autoridad para imponer obediencia a sus decretos alegando como razón la eminencia de su índole personal. Por esta razón tenemos que rechazar las pretensiones de la iglesia de Roma por arrogantes e impías. Al demandar ella una obediencia a su autoridad, usurpa la prerrogativa de Dios, y todos los que le rinden lealtad, se la quitan a Aquel a quien en realidad le pertenece. La iglesia de Roma pretende tomar el lugar de Dios en la conciencia, y eso es blasfemia imperdonable. Cuando Dios habla, no le resta al hombre más que obedecer. ¡Dichoso si lo hace!, pues la incredulidad se esconde detrás de la duda con respecto al carácter de la Biblia como Palabra divina. La superstición se vale de la ignorancia acerca de la autoridad que se atribuye el hombre para esclavizar la conciencia. Las dos procuran quitar de la Palabra divina su derecho a servir al hombre como antorcha segura para dirigirle en el sendero de la obediencia. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 32

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA En el caso de Eva, la forma de su respuesta es una evidencia de que ella ya había admitido la posibilidad de dar otra interpretación al mensaje divino. En lugar de repetir, al pie de la letra, la advertencia del Señor, ella agrega algo que revela la existencia de sus propios razonamientos sobre el asunto. Cuando uno agrega algo a la Palabra de Dios, lo mismo que cuando quita algo de ella, da a entender que la Palabra divina no mora soberanamente en el corazón ni domina por completo la conciencia. Si el cristiano se complace en obedecer plenamente, si su alimento principal es hacer la voluntad divina, si vive diariamente de “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4), seguramente procurará conocer y estudiar con todo esmero esa Palabra en su forma escrita. No le sería posible descuidarla ni olvidarla. El Señor Jesús, en su conflicto con Satanás, se valió de la Palabra tal como la halló escrita, porque era su costumbre alimentarse de ella y apreciarla como de más valor que su pan diario. No la citó a medias, ni la torció en su aplicación. Eva obra de otra manera. Agrega algo a lo que Dios ha dicho. El mandato era bastante sencillo: de tal árbol “no comeréis". Eva agrega: “ni le tocaréis", para que no muráis. Éstas son palabras de Eva y no de Dios. Él no había dicho nada respecto a tocar el árbol. No sabemos si ella torció el mandamiento porque ignoraba su importancia, porque le era indiferente, o porque le parecía injusto lo que Dios exigía, o si todos estos motivos obraban en ella. Pero es fácil ver que Eva se había apartado de una posición segura, basada en la confianza y la sumisión absoluta que merecía la Palabra divina. “Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos” (Salmo 17:4). Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 31

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El río del Edén, imagen del río de la gracia LA CAÍDA Esta porción de nuestro libro nos presenta la disolución de toda la escena que hemos venido contemplando. Está lleno de principios importantes que han sido naturalmente el tema fructífero, en todas las edades, para los que han deseado exponer la verdad en cuanto a la ruina del hombre y el remedio que Dios ha dado para su salvación. La serpiente entra con una pregunta atrevida acerca de la revelación divina, y así ha sido el modelo y el precursor de toda la familia de escépticos que han querido poner en duda la verdad. Todos éstos han servido fielmente a la serpiente y han promovido su causa en el mundo por medio de preguntas vanas, las que realmente no deben ser contestadas sino con una firme contra-declaración acerca de la majestuosa autoridad de la Santa Escritura. La serpiente introduce la duda sobre lo que Dios ha dicho “¿Conque Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?” (v. 1). La pregunta de Satanás es muy astuta, pero, si la palabra de Dios hubiera morado en abundancia en el corazón de Eva (Colosenses 3:16), su respuesta podría haber sido directa, sencilla y conclusiva. El mejor modo de hacer frente a las preguntas de Satanás es el de considerarlas maliciosas como él, y rechazarlas con una terminante negativa. Si las admitimos en el corazón, aunque sea por mi momento, perdemos la única arma con que vencerlas. Notemos que el adversario no se presenta diciendo: «Yo soy el diablo, el enemigo de Dios, y he venido con el propósito de desvirtuar su autoridad y perderte». Eso no habría sido compatible con su carácter de serpiente; sin embargo, Eva debió haber advertido ese propósito al oír cómo él procuraba despertar en su mente una duda acerca del mandato de Dios. Si lo que Dios ha dicho lo recibo como cosa que puede ser discutida, cuando sé que Dios ha revelado claramente su voluntad en su Palabra, soy culpable de un acto de incredulidad. El hecho de admitir tal duda en la mente es una prueba de que no estoy capacitado para resistir su influencia malévola. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 30

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO Responsabilidad de Adán: obedecer Dios había dicho: “el día que de él comieres, ciertamente morirás”-, mas la serpiente dijo: “No moriréis” (3:4). Ahora la Palabra de Dios anuncia con toda claridad que el que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). La misma serpiente procura persuadir a las gentes de que es un absurdo pensar que uno pueda tener la vida eterna ahora, y que, para ser salvo, sea necesario primero hacer todo género de cosas y pasar por una multitud de experiencias misteriosas. Lector, si hasta ahora no ha creído de lleno en la palabra divina, le suplico que permita que la voz del Señor se oiga más fuerte que el silbido de la serpiente. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Cabe hacer notar que en el capítulo 2 del Génesis, la expresión “Dios” es reemplazada por la de “Jehová Dios”. Este cambio es muy importante. Cuando Dios actúa respecto del hombre, toma el titulo de “Jehová Dios” (Jehovah Elohim); pero sólo cuando el hombre aparece en escena toma el único nombre de “Jehová”. A continuación consignamos algunos de los numerosos pasajes en los cuales este hecho se presenta de manera llamativa. “Y los que vinieron, macho y hembra de toda clase vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta” (Génesis 7:16). Elohim iba a destruir el mundo que él había creado, pero Jehová cuidó del hombre con el cual mantenía relaciones. “Y toda la tierra sabrá que hay Dios (Elohim) en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová (el Eterno) no salva con espada y con lanza; porque de Jehová (el Eterno) es la batalla” (1 Samuel 17:46, 47). Toda la tierra debía reconocer la presencia de Elohim; pero Israel debía reconocer los hechos de Jehová, con el cual mantenía relaciones. Finalmente, “Josafat clamó, y Jehová lo ayudó; y los apartó Dios (Elohim) de él” (2 Crónicas 18:31). Jehová cuida de su siervo extraviado, pero Elohim, aunque era desconocido por los sirios, actúa en sus corazones incircuncisos. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 29

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO Responsabilidad de Adán: obedecer En medio de la escena de Edén, hermoso colmo de la creación, el hombre fue colocado como testigo y para pasar por una prueba. Se le habla de la muerte en medio de la vida. “El día que de él comieres, ciertamente morirás” (v. 17). ¡Qué lúgubre nota! ¡Qué amonestación solemne! Era necesaria, porque la vida de Adán, como ser racional y libre, pendía de un hilo, y ese hilo era la obediencia absoluta. El lazo que le ligaba a Jehová Dios, tenía una sola hebra: el cumplimiento de la expresa voluntad de Dios, basado en una confianza completa en Aquel que le había colocado en su elevada posición de dignidad. Confianza, digo, en Su veracidad y en Su amor personal hacia él. No le sería posible obedecer si no podía confiar. Entenderemos mejor esa relación al estudiar los sucesos del tercer capítulo. Quiero hacer una pausa, al pasar una referencia al contraste entre el testimonio que fue establecido en Edén y el que el mundo ahora tiene. Entonces, cuando todo en derredor rebosaba de vida, Dios le habló al hombre de la muerte-, ahora, por el contrario, en medio de la muerte y la ruina, Dios nos habla de la vida. Entonces la amonestación era: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (2:17). Ahora la palabra es: “El que cree... vivirá” (Juan 11:25). Así como en Edén el adversario procuró invalidar el testimonio de Dios y hacer que el hombre no creyese esa amenaza en cuanto al resultado de la desobediencia, así ahora el mismo enemigo procura hacer que no se acepte la invitación del Evangelio. Continuará...

Ministerio cristiano evangélico: Manantial de Vida

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 28

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El trono aquí no simboliza el poder de Dios en la creación, ni en la providencia, sino en la redención. Cuando se dice: “y del Cordero”, comprendo que se trata de una obra a favor del pecador. Si se dijera solamente “el trono de Dios”, el temor me oprimiría, mas cuando Dios se revela en la persona del Cordero inmolado, el corazón es atraído y la conciencia tranquilizada. La sangre del Cordero limpia la conciencia de toda mancha de pecado y la libera del temor que de otra manera se sentiría al entrar en la presencia de esa santidad absoluta que demanda la destrucción del pecado. En la obra de la cruz se satisficieron todas las demandas de esa santidad divina, de manera que entiendo mejor la grandeza de esa obra de salvación, toda vez que comprendo con más claridad las demandas de un Dios cuya esencia es una santidad que obra como un fuego consumidor. Mientras más contemplamos ese atributo divino y su manifestación en las leyes que afectan nuestras voluntades como seres morales, se nos revela más y más la importancia de la reconciliación efectuada sobre la cruz. “La gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo” (Romanos 5:21). El salmista dice: “Cantad a Jehová... celebrad la memoria de su santidad” (Salmo 30:4). No podemos hallar satisfacción en la santidad de Dios y darle gracias por su manifestación de ella en el mundo, si no hemos experimentado primero la eficacia de esa reconciliación que él nos manifiesta en la cruz y en la tumba abierta de su Hijo Jesucristo. Responsabilidad de Adán: obedecer Ahora que hemos seguido la corriente del río de Dios desde el Génesis hasta el Apocalipsis, estudiemos brevemente el lugar de Adán y Eva en Edén. A Adán le hemos considerado ya como el tipo de Cristo —el Segundo Hombre— pero también debemos examinar su posición como hombre e individuo y reconocer cuál fue su responsabilidad personal. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 27

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El río del Edén, imagen del río de la gracia Pero la grandeza del privilegio es la medida de su responsabilidad. Si tiene la costumbre de alimentarse de Jesús, no puede menos que manifestarlo. Cuanto más se ocupa de Cristo por medio de la ayuda del Espíritu Santo, cuanto más contempla a su Persona ado- rable, más y más su vida y su carácter reflejarán las manifestaciones de su gracia.íSu fe viene a ser un poder para ayudar a otros, un poder para hacer eficaz su testimonio personal y un poder que santifica todos sus actos de adoración. Por otra parte, si no estamos viviendo por la fe en el Hijo de Dios, que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros (Gálatas 2:20). no seremos buenos siervos de Dios, ni fieles testigos, ni verdaderos adoradores. Puede ser que hagamos otras muchas cosas, pero no serán servicios que le sean aceptables a Cristo. Puede ser que hablemos mucho del Evangelio, pero no será un testimonio a favor del Salvador. Puede ser que manifestemos una apariencia de gran piedad y devoción, pero no será un culto aceptable como espiritual y sincero. El río de Dios Ahora, para concluir, se nos presenta el rio de Dios en el último capítulo del Apocalipsis. (Compárese también Ezequiel 47:1-12, Zacarías 14:8). “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (Apocalipsis 22:1). “Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo” (Salmo 46:4). Aquí hallamos el río en su lecho final. Su fuente no puede ser cambiada, ni hay fuerza que pueda cambiar su cauce. “El trono de Dios” es el símbolo de la estabilidad eterna, mientras que la presencia del Cordero simboliza que la obra de la redención está enteramente consumada y es la base de todo. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 26

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El río del Edén, imagen del río de la gracia Si seguimos adelante en el estudio de los caminos de Dios, hallaremos el río otra vez, pero fluyendo por otro canal. “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37, 38). Aquí se ve que el río brota de otra fuente y pasa por otro lecho, aunque en un sentido es la misma fuente, ya que ésta es Dios mismo; pero es Dios en una nueva relación y obrando bajo otro principio.Jesucristo se presenta, en espíritu —fuera del orden natural de las cosas— como la fuente de un río de agua viva, del cual el corazón del creyente tiene que ser el canal que le dé curso. El huerto de Edén se había constituido deudor de toda la tierra, pues se hallaba comprometido a diseminar sus aguas fertilizadoras por todas partes. Después, en el desierto, la roca herida llegó a ser deudora de los israelitas sedientos. De la misma manera, ahora, el que cree en Jesús, se halla comprometido a servir de canal para que las aguas refrescantes del Evangelio fluyan por él en beneficio de otros muchos. El cristiano debe considerarse el conducto por medio del cual las múltiples gracias de Dios alcancen a un mundo necesitado. Mientras más abundante sea su ofrenda para sus semejantes, más abundantemente recibirá para sí mismo, pues “hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza” De modo que el creyente ocupa un lugar de privilegio especial, y, al mismo tiempo, de gran responsabilidad. Está llamado a ser un testigo constante de la gracia que se exhibe en él y que viene de la fuente de toda gracia y verdad. Cntinuará...

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GÉNESIS PARTE 25

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El río del Edén, imagen del río de la gracia Pasamos ahora a considerar la relación entre el día del sábado y el río que salía de Edén. Ésta es la primera referencia al “rio de Dios” y es digno de notar que se nos presenta en conexión con el descanso de Dios. Mientras descansaba de su obra creadora. Todo el mundo sentía el refrigerio de ese descanso. Habría sido imposible que Dios guardase un sábado sin que la tierra sintiera mil influencias benéficas. Mas ¡ay! la corriente que fluía tan suavemente desde Edén, sitio del descanso terrenal, fue interrumpida en su curso, porque todo el universo sintió el choque producido por el primer pecado, el que causó la pérdida de ese lugar sagrado. Bendito sea Dios porque ese pecado no puso término a las actividades divinas, sino que las dirigió hacia otra esfera; porque donde quiera que fuese Dios después, en sus operaciones de gracia, el río le seguía. Por ejemplo, le hallamos salvando con mano fuerte y brazo extendido a su hueste redimida, y conduciéndola a través de las arenas del desierto; y allí están las aguas preciosas, no corriendo en Edén, sino brotando de la peña que fue herida (Éxodo 17:6), símbolo hermoso de aquello que es la base de esa gracia soberana que satisface hasta las últimas necesidades de todos los pecadores. No es éste el río de la creación, sino el de la redención. “La roca era Cristo” (1 Corintios 10:4). Cristo herido para satisfacer las necesidades de su pueblo. En su simbolismo, esta peña herida acompaña la otra figura del Lugar Santísimo en el tabernáculo, y las dos son muy hermosas. En un cuadro, Dios es representado como morando detrás de cortinas, y en el otro tenemos a Israel bebiendo diariamente de una roca abierta. Quiera Dios que la lección espiritual de estas dos figuras se grabe más y más en la memoria de todo fiel cristiano.Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

GÉNESIS PARTE 24

Capítulo 2 EL DÍA SÉPTIMO Y EL RÍO El día séptimo: reposo de Dios Aunque para mi no cometa ninguna equivocación y sienta plena libertad para actuar así, debo respetar la conciencia de mis hermanos, quienes no tienen las mismas convicciones. Además, no creo que los que se conducen así, realmente comprendan los verdaderos y maravillosos privilegios ligados al primer día de la semana. Deberíamos estar agradecidos de sentimos liberados de toda ocupación y de toda distracción seculares, antes que volvemos a zambullir en ellas voluntariamente con el fin de demostrar que somos libres. En varios países, la ley del estado prohíbe trabajar el domingo; pensamos que esto es un efecto de la providencia de Dios y, al mismo tiempo, una gracia para los cristianos; si fuese de otra manera, sabemos bastante bien que el avaro y codicioso corazón de los hombres privaría a los cristianos, tanto como le fuera posible, del precioso privilegio de poder adorar a Dios con sus hermanos el primer día de la semana. Y ¿quién puede decir cuál sería el efecto deletéreo de una ocupación ininterrumpida en los asuntos de este mundo? Los cristianos que, desde el lunes por la mañana hasta el sábado por la tarde, respiran la pesada atmósfera de las oficinas, de los almacenes, de la fábrica o del taller, pueden hacerse una ligera idea. Concluyo haciendo una sola pregunta más, dirigida al lector como cristiano sincero que no gusta de rodeos: ¿Cuál está más de acuerdo con todo el espíritu y propósito del Nuevo Testamento: la guarda del sábado como el día séptimo, o la celebración del día primero como el día del Señor? Continuará...